siempre ejerce una gran fascinación sobre mí.De soslayo espío a esas mujeres y esos hombrs que se involucran en el comercio de sus cuerpos y he logrado establecer, gracias a la observación -no por ser de "soslayo" menos eficiente- ciertos parámetros estadísticos. Es fácil saber porque esas mujeres grandes ya, con todas las marcas de la edad sumadas a las vidas plenas en carentes, son la oferta de los domingos a la mañana, cercano al mediodía. No es difícil unirlas a esos hombres frustrados del alcohol en la noche del sábado, intentando otra vía de encuentro consigo, que dese lo simbólico aportaran esas mujeres, que aunque pagas, que aunque viejas, que aunque iguales a las que sus propias vidas podría ofrecer fuera de ese ámbito, son sin embargo mujeres.
Entre todas las que voy identificando está su historia, que de a retazos yo misma podría reconstruir. Pero la morocha, tan bella, tan raremente vestida para el contexto, no me encaja y sólo la prudencia me impide acercarme a preguntarle que hace allí, siendo que pese a la sorpresa, la respuesta es obvia.
Hoy estaba con una blusa naranja y una pollera negra, simplemente apoyada en la puera del hotel y ni yo ni ninguna de las personas que pasamos delante, en un día de semana, de mañana, por ese lugar, mucha gente, podía evitar mirarla.
También por esto las cosas debieran de ser distintas, sobre todo por esto, porque una mujer hermosa en la mañana, espera a el cliente que la compre para vivir.
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