Wednesday, July 29, 2009

aniversario

al filo del amanecer percibí su presencia:fue tan vivida que llegué a gritar.Mamá,mamá.
Con toda claridad sentí los pasos en la habitación, y su cuerpo tras mio.
El tiempo pasa,eso es innegable.
Mi hermano Luis hubiese sido el primero en saludarme.

Friday, July 24, 2009

Lázaro

“A cambio. Nos fue dado un día aun paso del sol, casi nada. Nos fue quitado un día a un paso del sol, casi todo.” B.V.

Fue a las 12 en punto de aquel día siniestro: apretó el gatillo del encendedor de la cocina sobre su sien y tal como es obvio suponer, no se mató. Su rostro no se desfiguró al surgir impetuoso de la sangre descontrolada, su boca no se convirtió en una mueca grotesca según la huella del dolor, sus piernas no se aflojaron ni se quebraron sus rodillas contra el piso al caer, ni su cuerpo se desparramó chocando con los muebles y arrastrándolos tras sí, ni lo recorrieron estertores y espasmos hasta cesar al fin, por siempre jamás todo movimiento, ni tampoco ni siquiera el gato de pelo negrísimo y ojos de ese increíble verde lo miraba azorado, con la cola tiesa e inhiesta como una bandera, absolutamente al tanto de la tragicidad del momento. No, no sucedió nada de eso. Qué duda cabe que otro hubiese sido el resultado de los hechos si en lugar de apretar el gatillo del encendedor de la cocina, hubiese apretado el gatillo del 38 con el que se mantenía a salvo de los asechos de las noches de miedo. Pero no fue así. En primer lugar porque no se le ocurrió lo del 38 hasta mucho después, cuando ya no había ninguna posibilidad de remontarse atrás-: las 12 de aquel siniestro día habían pasado sin remedio- , segundo, porque pensándolo con cuidado, es posible que el 38 ya no funcionara: hacía exactamente mucho que había dejado de ejercitarlo.
Así es que a las 12 en punto de ese siniestro día apretó el gatillo del encendedor de la cocina sobre su sien, y tal como fue dicho, obviamente no se mató.
O sea que a las 12.1, a las 12.2, a las 12.3 y en adelante, tenía todavía todo lo que le restara de vida a su disposición.
Se sentó en el sillón de la cocina a meditarlo: ¿Qué haría?
En lo inmediato ya había desayunado –café ligeramente cortado y tostadas como todos los días, sin olvidar su dosis de citrus en pastillas esfervecentes-, ya le había dado la comida al gato, le había abierto la puerta del jardín de ida y de vuelta, ya había recorrido los diarios en Internet, ya había contestado sus correos y si bien era cierto que venía con un cierto retraso a sus quehaceres, no era nada que de momento resultase irremediable. Lo del supermercado, por ejemplo, podía esperar hasta la tarde (y aún hasta el día siguiente con sólo modificar el menú previsto). Pero lo importante, no era un idiota como para no saberlo, no estaba puesto en el hoy, en el ahora, en esas sencillas ceremonias que sin embargo, lo sabía, lo determinaban en esta persona que era y no en otra. Lo importante no era este día por delante. Este día acabaría por pasar, como ya lo habían hecho tantos, este día también terminaría por irse. Lo importante era el resultado de la suma de todos los días, de todos sus días, o sea, ni más ni menos, su vida.
Medido en años, por ejemplo: ¿Qué cantidad de años suman los tiempos del café diario, ligeramente cortado y las tostadas? ¿Qué cantidad de años suman las noticias, el baño con agua siempre muy caliente -en invierno y en verano-, la elección de su ropa, la comida del gato…? Esta era una posibilidad: Dedicarse el resto de su vida a la estadística de su vida. Podría hacerse contemplando un cuadro de múltiples entradas. Podría habilitar la mesa de la sala, desplegar el rollo naranja de papel milimetrado, asegurarlo con chinches y comenzar el registro a partir de ahora mismo. Era un problema calcular el pasado. Sobre el pasado nunca había certezas. ¿Todo eso había pasado realmente? Tendría que hacer cálculos. Podía enchufar la calculadora eléctrica que era más precisa. Aún así, seguramente habría errores. También tendría que encontrar los mecanismos para reducir esos errores al mínimo... Aunque pensándolo bien, el asunto de las estadísticas sólo tendría sentido si lo del gatillo habría funcionado. Es decir, si en lugar de ser el que es, un ser plenamente vivo, sentado en el sillón de la cocina meditando sobre su vida por delante a partir de las 12 hs de ese día siniestro en que apretó el gatillo del encendedor de la cocina contra su sien, y obviamente no se mató, fuera el macabro hallazgo de su cuerpo muerto. Entonces sí que tendrían sentido las estadísticas que dieran colorido y rareza a las crónicas policiales de por lo menos varios días. ¿Y su gato? ¿Qué haría Tolomeo ante la evidencia de su muerte con su pelo negrísimo y sus ojos de un verde increíble? Se itría, que duda cabe. Los gatos no son fieles. Terminaría por irse sin lágrimas a buscarse otra vida apenas estuviera seguro de su ausencia. El problema, no era su gato, claro. Los gatos terminan por arreglarse. El problema era su vida. Su vida con o sin gatos, -aún sin Tolomeo, que no era cualquier gato puesto que era su gato-y él no era tan idiota como para no saberlo. Su vida, una vez más era lo que estaba en discusión. Su vida, una vez más, cualquier vida, siempre más difícil de cuantificar que sus triunfos. Siempre más difícil de evaluar que sus fracasos. Siempre más difícil de hacer que sus proyectos.
Una vez más, su vida, siempre por delante a partir de ese momento siniestro en que descubrió lo que ya sabía: que el encendedor de la cocina sobre su sien no podría matarlo, como nada sería capaz de matarlo mientras .aceptara que por algo estaba vivo.

El amante

Cuando salieron a la calle, el sol ya había cambiado de vereda.
La tarde había sido estupenda, y sin embargo, lo comprendió en el instante de esa mirada, era la última. Ya no habría otras.
Inútil todo lo que hiciera para quebrar su voluntad. Su “no” vendría de un lugar mucho más invulnerable que la voluntad.
A desgano comprendió que no habría cómo, pese a que también lo sabía, él insistiría en intentarlo.
En las camas de un cuarto de hotel, él, iluso se compró un solo pasaje: el de la ida. Ella se reservó el regresó y lo dejó extraviado en su infinito.
No lo llegó a saber, entre la enorme madeja de preguntas que le dejó instaladas para siempre, no lo llegó a saber, por qué no se le ocurrió pensar que esto tendía un tiempo, sería un fragmento acotado en el espacio, apenas un retazo precisamente determinado de antemano.
No lo llegó a saber pero si acaso, si lo hubiera sabido qué, qué hubiese cambiado, qué podría haber hecho para prolongar el final.
Apenas dos, tres encuentros, tres viajes calculados con siglos de distancias entre uno y otro para un final tan terminante y abrumador.
Al margen de los esfuerzos que ella hizo para decirlo con palabras, eligiéndolas con cierta preocupación, cualquiera fueran, lo hacían sufrir. Todo lo hacía sufrir, hasta las más leves variaciones del invierno, el viento, el sol áspero, la lluvia persistente.
Todo lo hacía sufrir: hasta la lastimosa complacencia con que ella de cuando en vez aceptaba un café que era desde el principio sólo eso. Nada más que eso, un café.
Nada de su mirada con burbujas. Nada de su media sonrisa de Gioconda que le hiciera prever la carcajada.
Pero todo eso fue después, después de esa tarde escandalosa sin atajos. No en ese cuarto de hotel por cuantas horas. Ni siquiera en la comida posterior que devoraron con hambre sin ningún arrepentimiento.
Por qué. Aunque hubiese mil razones absolutamente obvias , no podría y no podría entenderlo. Por qué no, por qué entonces, por qué.
- El amor suele ponernos cursi- había dicho ella.
¿Habrá sido el amor, entonces, lo que lo alejó de él? ¿Fue ese insólito sentido de lo “correcto” lo que le impidió reincidir en sus encuentros?
¿Qué fue, cómo fue, cómo hubiese sido?
Cuando ella cruzó la calle levantando levemente la mano y sin darse vuelta, esa tarde, retornó plenamente a su vida.
Él se quedó largamente mirándola en la esquina, con un dolor “acá” prendido como una garrapata que se volvió asfixiante con los días.
La libertad, se sabe, si es la conciencia de la necesidad, por fuerza, habrá de cotizarse a ese precio.

Friday, July 10, 2009

pobre puta

...la chiquitita,lavieja, la que siempre está con el jogging y zapatillas y las manos metidas dentro de la campera.pobre puta,la de la cara ajada,arrugada,vieja que hace esquina por San Juan,en la plaza.como un muestrario de Tuñón, y sus criaturas de circo, como una rémora de aquel "si quiere ver la vida color de rosa,eche cinco centavos en la ranura,la vida es dura,la vida es dura"...la puta,esa, y sus amigas:a la gorda,grandota, la vi hoy hablando con la mujer de el edificio que pasea el perro.A la del vientre inmenso,enfermo, caído,la vi cruzar ayer por la esquina.¿Hay hombres para mujeres así?¿A quién se venden ,patéticas,horribles, esas pobres putas de la esquina?más solas que nunca,en la epidemia,esperan con espanto y hambre en esa esquina.

Thursday, July 02, 2009

influenzza A

PANDEMIA.o sea que la gente se enferma,facilmente contagia a otra gente que a su vez se enferma, y si el que contagia está en la franja de riesgo ,aumenta un 99 % su posibilidad de morisrse. Estoy en la franja de riesgo pero algo me dice que no moriré de "influenza".Tal vez de resultado eleccionario,tal vez de golpe al estilo hondureño,tal vez de bronca y desesperación,pero no de influenza.
Estoy en el gremio casi 12 hs aconsejando,peleando,convenciendo,discutiendo que los compañeros inmunodeprimidos no deben exponerse...Tengo un miedo intenso que me impide quedarme quieta.Tengo un miedo pasmoso que no me llega a mi:Yo,ya está decidido no moriré de "influenza", pero me aterra lo que puede pasarle a todos los demás.Me aterra que muramos de "aislamiento" social.Pero me aterra en manos de quién estamos.Pero no me parece solución aislarnos.Pero no creo que el "aislamiento social" sirva a otro efecto que reforzar el individualismo, "el sálvese quién pueda".Pero no soporto que los maestros, los educadores públicos se nieguen a acercarse a las escuelas, consideren inútil dejarle una tarea a los niños(una tarea que contra toda previsión en contrario, los padres si vienen a buscar,una tarea que es un nexo con los padres,un nexo con los chicos, una posibildad de contacto y no necesariamente de contagio). Pero no soporto que "la izquierda" tome medidas corporativas y consignistas ¿qué quiere decir que el gobierno garantise? ¿con quién lo va a garantizar?Soy una educadora,una maestra de un estado que NO ES DE TODOS.De un Estado que yo quiero solo para los trabajadores y eso supone otras políticas desde los trabajadores, otras redes,otra conciencia, otra concepción del amor.
Una señora Doña Rosa y su niñita entraron a la perfumería hoy:compraron barbijos,alcohol,guantes,desinfectantes,lavandina... Compraron todo lo que ningún pobre puede comprar.La niña rubia y regordeta chupaba un caramelo gigante,un caramelo que casi ningún niño tiene.Un cupetín asquerosamente multicolor y contaminante ,personal,individual y sucio.