Sociólogos, historiadores, estudiosos, intelectuales han hablado unas veces unos y otras otros de la “tinilización de la política”. “Tinilizada” en tanto las manifestaciones de su encubrimiento lamentablemente no son pocas. Porque que Tinelli es más que un hiperactivo animador televisivo y la diva del teléfono es más que rubia, y para muchos simpática y hermosa, aunque no siempre nos gustaría admitir que la a-política no existe.
¿Qué cantidad de horas transcurren frente a los televisores tras la ilusión de bailar un sueño? ¿Por qué una vivienda propia, una beca de estudio y hasta una pierna ortopédica( este sueño existió en uno de los programas ) están en la dimensión de “sueño”, si en realidad son elementales derechos humanos? ¿Qué cantidad de horas que transcurren frente a los televisores no se utilizan en la organización y la lucha por nuestros derechos ? Tinelli, Susana Giménez , los periodistas, los que reclaman la baja de retenciones en el campo, la Presidenta, los deportistas, Amelita Fortabat y hasta vos y yo, lo reconozcamos o no, por acción u omisión hacemos política en cada uno de nuestros actos. Las personas somos, como descubrió Aristóteles hace ya muchísimo tiempo, “animales políticos”. La personas somos necesariamente con otras y es soberana necedad negar que las sociedades son políticas(y por lo tanto todos sus miembros) como fundamento de constitución.
Toda acción provoca una reacción. Todo texto es portador de un mensaje. Esto lo sabemos muy bien los maestros. Todo mensaje tiene un emisor y un receptor, un alguien a quien le va dirigido, y un por qué, con el que provoca un efecto.
Tinelli como Susana son comunicadores de masa. Millones de personas somos destinatarios de sus mensajes. Sus ofertas de distracción no son inocentes. Son un producto de mercado. Su objetivo es vender –nos. Su objetivo es comprar-nos. Su objetivo es ganar-nos para un modelo de éxito como modelo(valga este bis) al que los trabajadores no tenemos acceso. Un mundo ajeno, un mundo cinco estrellas sin contratiempos y con algunos inconvenientes de tapa de revista de los cuales siempre se puede sacar más y aún más dinero.
Para que haya gente tan rica como Tinelli y como Susana, tiene que haber gente muy pero muy pobre, tan pobre como la que descubrió tras el alud en Salta, recientemente la Presidenta; tan pobre como los chicos de nuestras escuelas que nosotros conocemos tan bien.
Poca gente rica= mucha gente pobre. Esto precisamente sabían (y enfrentaban activamente) esa generación del 70, esos perseguidos, esas víctimas del Golpe del 76 que hoy estamos recordando.
Para que haya gente muy rica, aunque sea a costa de mucha gente muy pobre, el “orden” tiene que mantenerse a cualquier precio. Aunque el precio sea la vida. Aunque el precio sea la muerte.
“Ojo por ojo, diente por diente” la Ley del Talión , era propio de las sociedades primitivas.
Si la civilización avanza, si la humanidad aún no ha perdido todos sus rasgos distintivos, nuestra común tarea será abordar las causas y no los efectos de la descomposición social. Pues tantos “pibes chorros”, tanta miseria y degradación humana remiten invariablemente a un único origen: la desigualdad, incansable repetidora de más y más desigualdad y más y más injusticia para hundirnos en la barbarie.
Qué está pasando con nosotros que prestamos oídos a dos divertidotes como Tinelli y Susana Giménez, que desde el antifaz de los a-político, están solapadamente agitando nada más y nada menos que algo tan grave como la pena de muerte? ¿Qué ha pasado con nuestra racionalidad , con nuestro amor al prójimo, con nuestra solidaridad, con nuestra generosidad, con todo aquello que debiera de distinguirnos como especie, que estamos considerando la posibilidad de “matar” a un semejante, como una acción “natural”?
Otros “famosos”,lamentablemente, también intervinieron en el debate: Sandro, Spinetta¡¡¡!!!, pero aunque muchos se equivoquen, nuestro propio error no tendrá justificación: que la indignación crezca entre nosotros y destruya por lo menos, su ranking.
Que su convocatoria no nos sume a ellos. Que nuestra propia convocatoria crezca, maestros, compañeros, trabajadores: tenemos un compromiso con la vida. Tenemos un compromiso con nosotros mismos. Que las plazas, que las calles, que los lugares de trabajo, nos encuentren clamando por la vida, interrogando la vida, parando, definitivamente matando esta muerte de la humanidad.
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