En la cobacha,el hueco que se hace entre el baldío y el hotel de la calle de las putas, siempre hay gente o grupos de gente. Gente que duerme allí en las noches de frío y de lluvias, entre colchones,perros y cartones.
Pero la instalación del hombre era otra cosa:Era una instalación con todo. Con elástico de cama, con mesa, sillas, cocina, valijas, mantas y hasta un reproductor de C.D....
Sus cosas y él ocupan casi todo el refugio, aunque en una esquina del sitio permanece echado a puro piso otro hombre, un hombre joven, desgreñado, sucio.
A la mujer recién la descubrí esta mañana, a la hora de despertarse, desde el colchón...
Cuando pasé más tarde estaba tomando mate, sentada a la mesa, bien peinada, con todos los trastos en un orden tan difícil de dar a tanta cosa en un lugar como ese.
Pensé en una pensión, algún sitio previo, alguna situación que explicara la mudanza. Porque eso era, una mudanza. Un traslado desde un sitio a otro donde antes había transcurrido la vida.
Me dio escalofrío su orfandad. No vi al hombre.
La inquietud me llevó a tanto que no pude dormir ni siquiera con todo el cansancio que llevaba desde tantos días.
Fui y la encaré: Le pregunto si podemos hablar. Me miró atenta, apagó la radio, corrió la silla y me invitó a sentar.
Me recibió en “su casa” amablemente, y sin verter lágrimas me contó una historia con algunos detalles de incoherencia pero en términos generales, razonable.
Ella está convencida que todo esto le pasa por no haber tomado la comunión ni haber ido a la escuela. Insiste en que eso es lo que más querría.
Le pregunto (por supuesto a sabiendas de que soy una absoluta idiota, sentada en la calle y con la certeza de que no podré responder a su demanda) qué puedo hacer por ella.
Me dice lo obvio, que necesita una pieza donde vivir, aclara, donde vivir ella sola.
Obvio que yo no tengo una pieza para darle.
Eso ni la sorprende ni la enoja. Me dice que “igual gracias por haberse preocupado”…
Ponerme de pie me cuesta como si llevara mil quilos encima. Me sorprende haberlo logrado. Me sorprende que pueda salir caminando de ese sitio y llegar a otro. Me sorprende que aún mi cabeza funcione, buscando una punta.
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